viernes, 30 de diciembre de 2011

¡Inocente!

— Vamos, Isa. Se nos hace tarde.
— ¡Ya voy! - le grité a Ana, mi mejor amiga.
— ¿No estás feliz? Dentro de unos días es tu aniversario de bodas. - sonreí como una tonta ante la mención de ese dato. Estaba felizmente casada con el amor de mi vida, Javier.
Nos habíamos casado hace casi tres años, en un pequeño claro al lado de su casa de campo. Fue una ceremonia sencilla pero muy emotiva, simplemente perfecta.
— ¡Vamos! - gritó Ana sacándome de mis cavilaciones.
—Ya, ya...
***
Volvía del trabajo, un pequeño comercio que comparto con Ana. Estaba cansada. Sólo quería quitarme los tacones e irme a la cama con mi esposo, a dormir.
Abrí la puerta de casa y cuando estuve a punto de gritar un saludo hacia Javi, escuché voces.
— Nena, se lo voy a decir, tranquila... - dijo Javi. Espera, ¿Javi? ¿A quién llama "nena"?
— Bebé, no quiero estar más ocultándolo. Yo te amo, tu me amas - ¡Yeeeeeeeepa! Para el carro, muñeca. ¿Cómo que te ama? - ¿qué más necesitamos?
— Shh, tranquila. - me acerqué a la puerta de la habitación, NUESTRA habitación, y vi como le cogía la cara para besarla.
Salí corriendo de allí. No quería ver si se besaban o no.
¿Cómo pudo hacerme esto? Yo le amo. Él decía que me amaba. ¿O qué? ¿Y todas esas veces que hacíamos el amor y gritaba cuanto me quería?
¡Si hicimos el amor esta misma mañana!
No, no, no - me repetía mentalmente - esto no puede estar pasando...
Me dirigí al garaje. Cogí mi coche y me fui a un bar cualquiera a ahogar mis penas en alcohol.
No puede hacerme esto... 
Yo pensaba que estábamos bien... NO. ¿Serán mis celos?
Siempre, o casi siempre, que discutíamos era por culpa de mis celos enfermizos. Pero es que tengo miedo de perderle. Él es tan guapo y yo soy tan poca cosa...
¿Por qué elegirme a mí de tantos peces que hay en el mar?
Estaba pensando esto cuando el taburete de mi lado derecho fue ocupado. No le di importancia, hasta que me empezó a hablar.
— Hola, preciosa - dijo con una aterciopelada voz. Esa voz... Giré abruptamente la cabeza en su dirección. - Hola. - me sonrió. ¡Qué descaro!
— ¿Por qué? - pregunté en un hilo de voz. Sólo quería saber eso.
— ¿Por qué qué?
— Oh, vamos - puse los ojos en blanco - hazte el tonto. 
— Nos viste. - sonrió.
— ¡¡¿Tú eres idiota o qué?!! - ya me había hartado.
— Tranquila, amor.
— ¿Qué amor ni  qué leches? ¿Quién era aquella?
— Cariño... - se acercó a mí, y aunque yo lo intenté apartar, no pude. Me sonrió. - Feliz día de los inocentes.